Un hombre esparce su semilla. Una parte se perdió; pero la poca semilla que cayó en buena tierra produjo una cosecha que en unos casos alcanzó el treinta, en otros el sesenta y en otros el cien por cien. La cosecha hace olvidar la semilla que se perdió durante la siembra. ¿Cómo pudo ocurrir eso?
Un hombre sembró su semilla; no volvió a preocuparse de ella; más aún, esa preocupación sería inútil. Pero ese hombre está seguro de que, pasado cierto tiempo, la semilla producirá lo que tiene que producir. ¿Qué energía pone en movimiento ese proceso? Se siembra un grano de mostaza, semilla pequeñísima; por una especie de necesidad, de esa semilla nace un árbol enorme que de ningún modo podía estar encerrado en ella. ¿Cómo es esto posible?
Así pues, las parábolas acentúan de formas distintas los aspectos negativos, la insuficiencia de elementos iniciales, sobre cuya base, pasado cierto tiempo, surge todo el resto de un modo casi milagroso y, desde luego, en virtud de la potencia divina. Las parábolas no acentúan lo natural del proceso, sino lo extraordinario del mismo.
Segmento de "Investigación sobre la vida de Jesús". Albert Schweitzer. Valencia, España. 1990.
Nota: Cuando el odontólogo me explica lo complicado del funcionamiento de un diente o cuando hablamos sobre lo intrincado de los sentidos y su conexión con el cerebro, nos quedamos extasiados de lo increíble de la naturaleza. Por ello, dice, "yo creo que hay un Dios que hace todo eso".
César Pinos Espinoza
Periodista.
Nota: Cuando el odontólogo me explica lo complicado del funcionamiento de un diente o cuando hablamos sobre lo intrincado de los sentidos y su conexión con el cerebro, nos quedamos extasiados de lo increíble de la naturaleza. Por ello, dice, "yo creo que hay un Dios que hace todo eso".
César Pinos Espinoza
Periodista.
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