martes, 3 de mayo de 2016

Muchas verdades reveladas pero no entendidas

 
   Existen varios documentos en las Bibliotecas Imperiales de San Petersburgo, que demuestran que en una época tan reciente como la en que la Francmasonería y las Sociedades Secretas de místicos
florecían libremente en Rusia, o sea a fines del último siglo (XIX) y principios del presente (XX), más de un místico ruso se dirigió al Tibet a través de los montes Urales, para adquirir el saber y la
iniciación en las desconocidas criptas del Asia Central; y más de uno volvió después con un tesoro de conocimientos que nunca hubiera podido adquirir en parte alguna, de Europa.
   Todos aquellos fundadores fueron transmisores, no maestros originales. Fueron autores de formas y de interpretaciones nuevas; pero las verdades en que se apoyaban sus enseñanzas, eran tan antiguas como la humanidad. Así escogían y enseñaban a las masas una o más de las muchas verdades reveladas oralmente a la humanidad en un principio, y conservadas y perpetuadas por transmisión personal, hecha de una a otra generación de iniciados en el Adyta de los templos, durante los Misterios —realidades visibles tan sólo para los Sabios y Videntes verdaderos—. Así es como cada nación ha recibido a su vez algunas de las verdades susodichas, bajo el velo de su simbolismo propio, local y especial, el cual, andando el tiempo, desarrolló un culto más o menos filosófico, un Panteón bajo un disfraz mítico.
 
   Por esto Confucio (en la cronología histórica un legislador muy antiguo y un sabio muy moderno en la historia del mundo) es señalado enfáticamente por el Dr. Legge como transmisor, no como autor. Como él mismo decía: "yo únicamente transmito; no puedo crear cosas nuevas. Creo en los antiguos, y por lo tanto, los amo".
 
Fuente: LIBRO "LA DOCTRINA SECRETA". H.P. Blavatski