Lideró la denominada «Gran rebelión» que se desarrolló en
el Virreinato del Río de la Plata y el Virreinato del Perú, pertenecientes al Reino de España, rebelión iniciada el 4
de noviembre de 1780 con la captura y
posterior ejecución del corregidor Antonio de Arriaga. Curaca (jefe nativo) de
Surimana, Tungasuca y Pampamarca, era adinerado y se dedicaba al comercio. Se trataba de un
personaje de origen mestizo (fue Marqués de Oropesa) en el que confluía la
sangre del Sapa Inca Túpac
Amaru con la de los criollos. De hecho, durante una
gran parte de su vida, habiendo sido criado hasta los 12 años por el sacerdote
criollo Antonio López de Sosa y luego en el Colegio San Francisco de Borja, mostró preferencia por
lo criollo llegando a dominar el latín y a utilizar refinadas
vestimentas hispanas, pero posteriormente se
vistió como un noble inca, hizo uso activo de la lengua nativa quechua en su vida y proclamas,
y fue excomulgado de la Iglesia católica. Encabezó el mayor movimiento de corte
indigenista e independentista en el Virreinato del Perú. Fue el primero en
pedir la libertad de toda América de cualquier
dependencia, tanto de España como de su monarca, implicando esto no sólo la
mera separación política sino la eliminación de diversas formas de explotación
indígena (mita
minera, reparto de mercancías, obrajes), de los corregimientos, alcabalas y aduanas (14 de noviembre de
1780).
Placa en la Plaza de Armas del Cusco.
Monumento a Túpac Amaru en la plaza del mismo nombre en Cusco.
Placa en la plaza Túpac Amaru, Cusco.
César Pinos Espinoza
Periodista freelance.