jueves, 9 de julio de 2015

HETERODOXIA CRISTIANA: LO DIFERENTE, LO PROFUNDO.

 
La humanidad ha buscado la Sabiduría durante siglos. Las vías de investigación e incluso la idea de Sabiduría a menudo ha sido diferente. Occidente sufrió una intelectualización demasiado radical, por el desarrollo de las ciencias, y Oriente mantuvo una cierta libertad espiritual en su búsqueda. En los siglos de mayor desarrollo del pensamiento científico, Occidente echó una mirada a Oriente e intentó recuperar la dirección en la búsqueda de la Sabiduría, por lo que a finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, se fue nutriendo de distintas doctrinas orientales. El problema es que la incorporación de dichas doctrinas ocasionaron una gran confusión, pues procedían de distintas corrientes de pensamiento oriental, muchas de ellas completamente antagónicas. Gracias al análisis científico e histórico es posible poner un poco de orden a las doctrinas orientales incorporadas por Occidente, tanto desde el punto de vista cronológico como desde el de su justificación.
 
La principal vía de introducción del pensamiento oriental en Occidente fue la Teosofía de la Sra. Blavatsky y del coronel Olcott. Ambos autores, fundadores a su vez de la Sociedad Teosófica, que se encuentra en el origen de gran cantidad de movimientos espirituales modernos, desarrollaron un cuerpo de enseñanzas compuesto de distintas doctrinas orientales, en el convencimiento de que, en el fondo, todas las enseñanzas místicas son en esencia idénticas, varían las formas pero el mensaje es el mismo. Esto es una verdad a medias. Sobre todo cuando se trata de distintas doctrinas que proceden de corrientes espirituales antagónicas. El principal error en que incurrieron es en que el "buddhismo esotérico", nombre que recibía lo que con posterioridad se denominó "doctrina secreta", y en autores cristianos: "ciencia espiritual" o "concepto rosacruz del cosmos", era una selección y mezcla de doctrinas budistas e hindúes, dos religiones que no son, formalmente, conciliables, pues parten de principios muy diferentes, si bien, tienen una base y un lenguaje común.
 
El budismo comparte con el hinduismo la creencia en la reencarnación y en la ley del karma, sin embargo, hay una doctrina esencial en el budismo que chocar radicalmente con el pensamiento hindú, por lo que desde la más estricta observancia del pensamiento védico se considera al budismo una filosofía heterodoxa, y esta es la doctrina del an-âtman. Además, la doctrina de la reencarnación no es idéntica en la filosofía védica y en el budismo, como tampoco lo es la doctrina sobre el karma. En los primeros sutras Buda establece sus "cuatro nobles verdades sobre el sufrimiento (duhkha)", de las que se deducen ciertas doctrinas, entre ellas la doctrina del karma y de la reencarnación como una consecuencia del sufrimiento. La enseñanza (dharma) de Buda tiene por objeto ser una guía para la liberación del sufrimiento, y una de las causas más importantes de éste es la creencia en la existencia de un principio de identidad último, al que los brahmanes denominaban âtman. Por eso, la tercera verdad es la liberación del sufrimiento, el nirvana, que es extinción de todo lo ilusorio, desde la realidad, que es fruto de "pratītya-samutpāda" o "surgimiento condicionado" de los fenómenos, así como de la creencia errónea de la existencia de un âtman.
La doctrina del an-âtman es muy difícil de aceptar por los occidentales, y por ello los fundadores del pensamiento teosófico la pasaron por alto, mezclando las doctrinas budistas con el concepto de âtman como realidad última. Y es que el occidental necesita ver el mundo de forma evolutiva, y el camino de realización como una "evolución de la conciencia", por lo que no contempla la mera "extinción", que es propiamente el nirvana. Para Occidente siempre hay un "yo", incluso divino en desarrollo, y en esto coincide plenamente con el hinduismo, donde el principio último inmanifestado, brahman, es igual a âtman, tal como rezan las Upanishad. Por tanto, no hay budismo, ni "esotérico" ni de ninguna clase, si se mantiene la creencia en un "yo evolucionante" o "yo divino", pues ello choca con una doctrina fundamental de todo el budismo. La esencia del budismo es la comprensión de la vacuidad, tanto de los fenómenos condicionados que contemplan los sentidos, como de la existencia de un observador con algún tipo de identidad, el budismo trasciende la dualidad que genera la sensación de sujeto-objeto porque niega la realidad inherente de ambos y afirma su completa vacuidad. 
 
 

Sorpresas para Francisco y ¡No más incoherencias!

Un regalo sorpresivo para el Papa y todo el mundo.
"Duele ver a una monja o un cura con el último modelo de coche"
El Papa se dirigió a 6.000 seminaristas y novicias, reunidos en el Vaticano y en un discurso totalmente improvisado pidió que la Iglesia no siga la riqueza y los religiosos sean coherentes con su voto de pobreza. "En este mundo en que las riquezas hacen tanto daño", dijo el pontífice, "los curas y las monjas tenemos que ser coherentes con la pobreza. Cuando vemos que el primer interés de una institución parroquial o educativa es el dinero, esto es una gran incoherencia", afirmó.
 
César Pinos Espinoza

"Yo soy Yo y mi Circunstancia". José Ortega y Gasset.

José Ortega y Gasset
Con la frase «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo», aparecida en Meditaciones del Quijote, Ortega insiste en lo que está en torno al hombre, todo lo que lo rodea, no sólo lo inmediato, sino lo remoto; no sólo lo físico, sino lo histórico, lo espiritual. El hombre, según Ortega, es el problema de la vida, y entiende por vida algo concreto, incomparable, único: «la vida es lo individual»; es decir, yo en el mundo; y ese mundo no es propiamente una cosa o una suma de ellas, sino un escenario, porque la vida es tragedia o drama, algo que el hombre hace y le pasa con las cosas. Vivir es tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. En otros términos, la realidad circundante «forma la otra mitad de mi persona». Y la reimpresión de lo circundante es el destino radical y concreto de la persona humana.
 
El hombre es un ser que se encuentra inmerso, sumergido en una circunstancia (o naturaleza), la cual le presenta distintas concepciones de su estado físico y mental. Por tanto, deja al hombre la misión de satisfacerlas. En el cumplimiento de tal tarea, agrega Ortega, es que el hombre crea la técnica, que, según este autor, podemos definir como «la reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades». Ortega y Gasset definía al hombre como un «ser compuesto de realidades circunstanciales creadas por la opacidad en la forma de pensar y en el sedentarismo como fuente inspiradora de las culturas neopensantes incapaces de olvidar la tirantez que usurpa el conjunto de la sabiduría».
 
César Pinos Espinoza