viernes, 27 de noviembre de 2015

Jesús: Mil rostros, mil conceptos. Serie: 3. El Evangelio de Tomás.


 
    Este escrito apócrifo fue compuesto en griego probablemente a mediados del siglo II; su autor es desconocido puesto que en su forma actual, gnóstica, no pudo haber sido redactado por (Judas) Tomás, “el mellizo” mencionado en Jn 11,16 y 20,24 que debió morir quizá un centenar de años antes de que esta obra viera la luz. Este evangelio tan bien considerado entre los investigadores presenta al lector, al menos aparentemente, como esposa de Jesús no a María Magdalena, sino a Salomé. Este personaje nos es conocido por el texto de Lc 8,1-3 que conviene citar de nuevo (es el único texto evangélico que habla de acompañantes femeninos de Jesús durante su ministerio público en Israel, es decir, fuera de la pasión:
   “Con El iban los Doce, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusá, mayordomo de Herodes, y Susana, y muchas otras que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento de ellos”, y por los pasajes evangélicos sobre las mujeres que se acercaron a la tumba de Jesús pasada la fiesta. Por ejemplo Mc 16,1:

   “Y pasado el sábado, María Magdalena y María, la madre de Santiago y de José, y Salomé compraron aromas para ir (a la tumba) y embalsamarlo”. »

Ahora bien, en la sentencia 61 del Evangelio de Tomás leemos:

     «Jesús dijo: Habrá dos descansando en una cama; el uno morirá, el otro vivirá.
Salomé dijo: ¿Quién eres tú, hombre, y de quién (provienes)? Te has reclinado sobre mi lecho (Otros: “Has subido a mi cama”) y has comido en mi mesa.
Jesús le dijo: Yo soy el que proviene del que es igual. Me ha sido dado de entre lo perteneciente a mi Padre.
(Salomé dijo): ¿Yo soy tu discípula?
(Jesús dijo): Por ello digo (Otros: “Respecto a esto”): "cuando alguien (es decir, un discípulo) se hace igual (como el Maestro), será lleno de luz; pero cuando se separa, estará lleno de tiniebla".
(Traducción de Fernando Bermejo, en Todos los evangelios, EDAF 2009; con paréntesis explicativos míos). La frase clave para nuestro propósito es “Te has reclinado sobre mi lecho / Has subido a mi cama y has comido en mi mesa”, cuya intelección inmediata es: Jesús es el marido de Salomé, puesto que sólo el marido asciende a la cama de su mujer, es decir, se une a ella, y es también quien come con ella normalmente en su mesa.
    Naturalmente, surgen inmediatamente dudas en la interpretación porque la respuesta de Jesús nada tiene que ver con el matrimonio o el sexo, sino que hace alusión a su calidad, como Revelador celestial, como “Hijo” del Padre trascendente. Y luego, inmediatamente, la ulterior respuesta de Salomé la presenta a ella misma en una relación clara de discípula respecto al Maestro. Se ha argumentado con razón que este difícil texto no debe interpretarse como una pregunta descontextualizada de Salomé sobre la identidad de Jesús. ¿Qué sentido tiene que de repente la esposa pregunte al marido al que conoce muy bien: “Quién eres tú, hombre, y de quién (procedes)? Debe entenderse, por el contrario, como una reacción a la frase anterior del Revelador que contiene una amenaza para el final de los tiempos: “Habrá dos descansando en una cama; el uno morirá, el otro vivirá”. Es decir, uno se salvará y el otro se condenará".

    Entonces, al oír esta frase, con cierto temor, preguntaría Salomé: “¿Quién eres tú (entonces), hombre?”, es decir, ¿a cuál de los dos tipos de hombre perteneces? La frase “Has subido a mi cama y has comido de mi mesa” debe unirse también a lo que sigue –“Yo soy tu discípula”- y significaría en ese caso: “Tú y yo formamos una pareja (espiritual, a tenor de lo que a continuación se afirma). ¿Acaso uno de los dos va a perecer, es decir, va a ser condenado?”.

Escribe: Antonio Piñero