© Vladimir Antonov, 2008. Traducido del ruso al
español por Anton Teplyy y Eduardo Jorquera Muñoz.
Este libro presenta una traducción completa y competente del Evangelio
escrito por el apóstol Felipe, un Discípulo personal de Jesús el Cristo. La
traducción lleva los comentarios explicativos. En el Evangelio, Felipe puso
énfasis en el aspecto metodológico del trabajo espiritual. El libro está
dirigido a todos que aspiran a la Perfección.
El Evangelio apócrifo del Apóstol Felipe, un discípulo personal de Jesús
el Cristo, fue encontrado por arqueólogos en 1945 en Egipto. Este Evangelio
contiene información muy importante impartida a Felipe por Jesús el Cristo. Se
trata de las técnicas meditativas más altas que llevan a un guerrero espiritual
a la Morada de Dios el Padre la que se designa como «la Cámara Nupcial» por
Felipe. En el Evangelio artísticamente se entretejen dos líneas de narración:
la línea del amor sexual entre las personas y la línea del Amor más alto a
Dios; cabe notar que el primero es considerado como el prototipo del segundo.
El Evangelio está escrito en una lengua artística literaria y fue hecho
en un estilo de parábola. El Evangelio no fue conocido por los lectores rusos hasta
ahora. Tres ediciones anteriores, que fueron incluidas en las colecciones
temáticas, fueron preparadas por los traductores que no entendieron el
significado del texto e intentaron simplemente traducirlo «literalmente». Por
consiguiente, las traducciones resultaron ser principalmente unas composiciones
de palabras ininteligibles, no relacionadas entre sí.
Hay aquellos que heredan lo perecedero. Ellos mismos pertenecen a lo perecedero,
por eso lo heredan. Aquellos Que heredan lo Imperecedero Ellos Mismos son
imperecederos. Ellos se vuelven los dueños de lo Imperecedero y de lo
perecedero. El Que ha alcanzado al Padre gracias a sus esfuerzos de
auto-perfección, hallará la Verdadera Vida después de la muerte de su cuerpo.
Él se vuelve un Condueño con el Padre en lo Celestial y en la Tierra.
Los que siembran en el invierno cosechan en el verano. El invierno es lo
mundano, pero el verano es el otro eón. ¡Que sembremos en el invierno en la
Tierra, para que en el verano haya la cosecha! Por consiguiente, no debemos
implorar el invierno de Dios, pues después del invierno sigue el verano. La
palabra griega eones denota las dimensiones espaciales; entre éstas hay
las que se les llaman el infierno, el paraíso y la Morada de Dios el Padre. En
el «invierno», es decir, mientras estemos en la Tierra, debemos trabajar para
estar en el «verano» en la abundancia y la beatitud de los eones más altos.
El que no trabaja para perfeccionarse en el transcurso de la encarnación
entera, no hallará para sí ningún fruto bueno después de ésta. Y los que se han
desprendido de lo mundano se vuelven íntegros, eternos.
La importancia dada a las cosas mundanas es un gran error. Pues, éstas
distraen los pensamientos de Aquel Quien es eterno (y los dirigen) hacia lo que
es perecedero. En este caso, incluso el que escuche acerca de Dios no percibe
(detrás de esta palabra) lo Eterno, sino que piensa en lo perecedero. El
hombre, deseando salvarse, ejecutaba los sacrificios. Pero si el hombre es razonable,
(entiende claramente que) los sacrificios no son necesarios y que los animales
no deben ser ofrecidos a los «dioses». De hecho, los que ofrecieron los
animales como un sacrificio eran similares a estos animales (por el nivel de su
desarrollo).
El hecho es que el hombre no es un cuerpo. Él es una conciencia, un alma.
Por eso, no es correcto decir que el hombre está muerto, si su cuerpo se ha
muerto. Es el cuerpo que se murió, pero el hombre no. También podemos hablar de
la muerte del hombre (como un alma, es decir, sobre la muerte espiritual) en el
sentido que Jesús dio a estas palabras, diciendo: «Sígueme, y deja que los
muertos entierren a sus muertos» (Mateo 8:22; Lucas 9:60). Las personas sin conocimiento
verdadero sobre su predestinación y el Camino vivan una vida comparable con la
de los animales. Pero Dios, a través del Cristo, les da la comida espiritual
propia para ellos.
Primera parte.