miércoles, 4 de noviembre de 2015

Lectura profunda...¿Prohibida? ¿Verdades escondidas?

Dice el sincero apóstol Pablo: Porque si la verdad de Dios por mi mentira creció a gloria suya, ¿por qué soy yo todavía juzgado como pecador? Y no que hagamos males para que vengan bienes 1091 . No es posible que debamos creer inspirada por Dios semejante confesión que explica, pero no excusa, la teoría según la cual “son lícitos y meritorios el engaño y la mentira cuando favorecen los intereses de la Iglesia”1092. Plenamente se valieron de esta teoría el armenio Eusebio, consumado maestro en las artes del embuste, y el inocentón de Ireneo, que miraba la Biblia como a través de un kaleidoscopio. Ambos tuvieron por secuaces todo un ejército de piadosos asesinos que llevaron la impostura hasta el punto de proclamar la licitud del asesinato, siempre que contribuyese al afianzamiento de la nueva religión1093. El espíritu clerical de estos fanáticos culminó en el emperador Constantino, de quien, no obstante sus crímenes1094, dice Ireneo que fue favorecido por la celeste visión del lábaro con el famoso lema: In hoc signo vincis. A la sombra del estandarte imperial creció la Iglesia cristiana, que apenas había dado algunos pasos desde los días de Ireneo, y se erigió en soberana y árbitra dueña del mundo. Sin embargo, hemos de creer en la invención de la cruz, so pena de vernos calificados de infieles, a pesar de que, según demostraría una cuidadosa comprobación, los fragmentos de la verdadera cruz” se han multiplicado más prodigiosamente todavía que los dos peces y los cinco panes de la invisible panadería. Siempre que conviene echar mano de un milagro, se queda sin lugar propio el hecho descarnado y es preciso que la fábula suplante a la historia. 1091 Romanos, III, 7, 8. 1092 Historia eclesiástica, I, 381, 382. – Léanse las citas completas para comprender del todo esta teoría. 1093 Entre los continuadores de Eusebio e Ireneo, se cuentan los obispos Teófilo (llamado enemigo perpetuo de la paz y la virtud), Cirilo, Atanasio, el asesino de Ario, y otros muchos que posteriormente fueron canonizados por la Iglesia. 1094 Según los historiadores, Constantino ahogó a su esposa en agua hirviente, mandó descuartizar a un sobrino suyo de poca edad, mató con su propia mano a su hijo Crispo y dos cuñados, hizo arrojar a un pozo a un monje viejo, y condenó a cortarse las venas a muchos infelices de ambos sexos. Desde un principio prevaleció el sistema de falsificaciones deliberadas. Isis sin velo. T. 3. Págs. 277-278.