En realidad: ¿Qué posición
podría tener, entre nosotros, un fanático, cuya religión le impide toda
investigación y no admite el uso libre de la razón; cuando el concepto
original, la mera raíz de la cual crece la planta hermosa que llamamos
Teosofía, es una exploración libre y completa en todos los misterios naturales,
divinos o humanos?
Aparte de esta restricción, la
Sociedad Teosófica invita a todos a participar en sus pesquisas y descubrimientos.
Quienquiera que sienta que su corazón late al unísono con el gran corazón de la
humanidad; quienquiera que sienta que sus intereses son uno con los de los más
pobres y menos afortunados que él; quienquiera, hombre o mujer, que esté
siempre dispuesto a prestar servicio a quienes sufren, quienquiera que esté
plenamente consciente del verdadero significado del “Egoísmo,” es un Teósofo
congénito y por derecho. Puede estar seguro que siempre encontrará, entre
nosotros, corazones comprensivos. En efecto: nuestra Sociedad es una pequeña
humanidad especial, donde, al igual que en la humanidad en general, uno puede
encontrar su contraparte.
¿Qué importancia tiene la
forma transitoria, si la meta a alcanzar es la misma Esencia Eterna, a pesar de
que se presente a la percepción humana bajo el disfraz de una Sustancia, de un
Soplo inmaterial o de la nada? Admitamos la Presencia, a pesar de que se
le llame Dios Personal o Sustancia Universal, y admitamos una causa, pues
todos vemos efectos. Pero, puesto que estos efectos son los mismos para el
buddhista “ateo” y el cristiano deísta y siendo la causa inescrutable para
ambos: ¿por qué gastar nuestro tiempo siguiendo una sombra ilusoria? En último
análisis: los más grandes materialistas y los filósofos más trascendentales,
admiten la presencia de un Proteo impalpable, omnipotente en su ubicuidad, a
través de todos los reinos de la naturaleza, incluyendo al ser humano; un
Proteo indivisible en su esencia, sin forma y, sin embargo, manifestándose en
todas las formas; está aquí, allá, por dondequiera y en ningún lugar, es el
Todo y la Nada, es todas las cosas y permanece siempre Uno, Esencia Universal
que vincula, limita y contiene todo y todo la contiene. ¿Cuál teólogo puede ir
más allá de esto? Es suficiente reconocer dichas verdades para ser un Teósofo;
ya que tal confesión implica admitir que no sólo la humanidad, aunque conste de
millares de razas, sino todo lo que vive y vegeta, todo lo que, en una palabra,
es, está constituido por la misma esencia y sustancia, está animado por el
mismo espíritu y, por lo tanto, hay solidaridad en la naturaleza, tanto en el
plano físico como en el moral.
Fuente: H:P: Blavatsky