Con los últimos
acontecimientos políticos promovidos por los interesados en desestabilizar al
Gobierno de Correa y con la intromisión del obispo español Arregui,
visiblemente en defensa de los grandes intereses de los poderosos del Ecuador,
lejos de nuestra costumbre de ver las cosas serenamente, nos ha causado no poco
enfado.
Arregui ha salido al paso
para defender su causa, no la de los pobres como manda la Doctrina, que hace
aguas y cada vez nos aleja de todo lo religioso que vemos en el mundo, sino la
del poder, del dinero y las oportunidades para un puñado de “aventajados”, y de
no creer, con el apoyo de un grupo de similares que dicen llamarse Conferencia
Episcopal. Nada dijeron estos líderes de derecha cuando el país lloró ante un
“feriado bancario” causado por un Presidente de ingrata recordación; tampoco
ante las manifestaciones de indígenas y gente del auténtico pueblo que
protestaban por la “Ley de Herencias” (que en nada les afecta porque nada
tienen que heredar), por el “pésimo sistema educativo” (así llaman a las
Unidades del milenio) a las que acuden calladitos recibiendo uniformes y útiles
gratuitamente; por el “pésimo sistema de salud”, al que llegan por miles en
todo el país, sin que les cueste ni medio; por el nuevo sistema universitario
“que no da cabida a todos”( qué va, sin son estudiantes vagos y a pesar de que
es gratis, quieren seguir a la antigua usanza de pasarse de facultad en
facultad y terminar siendo abogados, médicos, profesores, etc. mediocres);
quejándose por las “pésimas carreteras” que ni las han recorrido jamás…incluidos
en esos grupos algunos malandrines que iban en cacería de policías.
Nunca dijeron nada,
permanecían calladitos viendo por la tele y a lo mejor esperando la caída del
Presidente. Arregui sale de cuando en vez, y cuando saca la cabeza recibe lo
suyo. Disculpen la irreverencia pero este señor no se merece respeto cuando se
muestra prepotente, ensimismado, orgulloso, a lo mejor por su ancestro español,
que malos recuerdos nos trae, recuerdos de ofensa, explotación, abuso, cinismo
y delito contra nuestros indígenas durante cuatro siglos, empezando por el
asesinato de Atahualpa en Cajamarca en 1533.
En este pueblo ecuatoriano
de mestizos no nos interesa la opinión ni los reclamos de alguien que no es de
nuestro nivel sino del nivel de pocos, de los que quieren mantenernos dominados
de una forma u otra. Nos interesa recordar la obra gigante del Mons. Leonidas
Proaño, “Taita Leonidas”, “Amito Leonidas”, como le decían los indios
cabizbajos abrazados a su nuevo Cristo, llorando junto a él en los pajonales y
fríos páramos a donde los habían recluido los terratenientes. Nada han dicho
los gobiernos de derecha sobre este Gigante, nada las “conferencias”, ni
“curias”, ni “Vaticanos”, sólo hace poco el Papa Francisco que recomienda una
“Iglesia pobre”, pero como entra por una oreja y sale por otra, nada quieren
saber de su verdadera misión, que es espiritual, más humana, menos orgullosa de
las fotos, y de las poses y mentiras.
Así, de “Taita Leonidas” al
señor Arregui, existe una distancia abismal, ni para compararlos. Una nueva
Iglesia está lejos. Con devociones, devocionarios, procesiones y otras formas
“cobradas”, no se obtiene más que una prolongación del mismo sistema impuesto
por ellos hace 500 años. Francisco parece haber arado en el desierto y como
dijo, no permanecerá mucho tiempo en su misión, son tantos los poderes e
intereses a nivel mundial, que sucederá que una golondrina no podrá hacer
verano.
César
Pinos Espinoza
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